sábado, 4 de agosto de 2012

¿Por qué? [Relato corto]

Un 14 de agosto, recuerdo una tarde de verano. Un sol deslumbrante en el cielo, odio los días así.
Tú estabas a mi lado, caminando. Hablábamos porque no había nada mejor que hacer.
Perseguías un gato que saltó y se escapó de ti, ahora lo recuerdo.
Fue un semáforo que cambió a un rojo deslumbrante y un camión que salió de la nada y te sorprendió mientras gritabas.
El azul claro del verano se ensombreció.
El reloj se detuvo.

Un 14 de agosto un chico se despertó en su cama con el tic-tac del reloj.
"¿Qué hora es?"
Es extraño, anoche soñé contigo. Nos vi caminando por este mismo parque...
"¿Por qué no vamos ya a casa?"
La segunda vez que pusiste un pie en la carretera todos los que nos rodeaban miraron al cielo y abrieron sus bocas... Desde el cielo cayó un poste de hierro que atravesó tu cuerpo.
En esta escena no natural, el resplandeciente calor se echó a reír. "Esto es real"
Mi mirada se nubló y en la distancia pude verte sonreír.

Te vi caer por las escaleras, resbalar por la barandilla y hasta pisoteada entre la gente.
Incontables veces todo se oscureció en el calor con tus gritos de fondo.
Tantos relojes parados llenos de sangre. En este tipo de historia repetitiva sólo debe de haber un final más allá de este día de verano.
De repente te empujé a un lado y salté a la calle. En ese momento el camión se estrelló contra mí. Por fin este interminable día de verano puede acabar.


Un 14 de agosto una chica despierta en su cama con el tic-tac del reloj...
"Fallé esta vez también"

Sonríe. [Relato corto]

Estaba en la calle, como de costumbre. Escuchando risas a mi alrededor.
 Así soy yo, un payaso torpe. Es mi trabajo: me caigo y se ríen de mí.

Pero ese día fue diferente. Había una chica, ella no sonreía.
En sus mejillas las lágrimas habían abierto un surco, un surco que nadie se había molestado en secar.
Unos niños me tiraron una piedra que me hizo sangrar; no me importa. Me acerqué a ellos, de mi máscara salieron rosas y ellos rieron.
Una máscara detrás de la que nadie ve.

Desde aquel día la chica había venido todos los días a verme. El padre siempre detrás, siempre serio.
Ella había empezado a sonreír.
Nos veíamos al anochecer, pero ella nunca supo quién era. La hacía reír, pero no dejaba de llorar.
¿Crees que miento? Tus risas son mis risas; tus lágrimas, mis lágrimas.


Al fin llegué al circo. Cambiaron mi vestimenta, mi peinado; pero no mi máscara.
Mi primera actuación también estuvo allí, observándome.
Observando mi monociclo balancearse sobre aquella cuerda rota.
¿Qué ha pasado? Parece que estoy predestinado a caer.
Su padre sonríe, pero ella llora.

Se ha caído mi máscara. ¿Me habrá reconocido?
Sus lágrimas corren por mi cara y se confunden con mi sangre. No sé si estoy llorando.

Pero me sonríe; sabe quién soy. Sabe que ella fue la causa de mis risas, fue su mano la que secó mis mejillas.